Ella fue siempre la niña correcta, que creía en
el amor a ciegas y tenía fe en que, aunque las cosas hoy fueran mal tarde o
temprano todo iba a cambiar, con el tiempo fue cambiando su pensar, decidió
ponerse una armadura, quiso construirla del mejor acero posible, no quería más
decepciones porque sentía que su corazón ya no podría levantarse y resurgir
como tantas otras veces lo hacía.
Aun así y contra todo pronóstico decidió
jugarse su corazón una vez más sin importar las consecuencias y es que ella no está
hecha de medias verdades, sabe que la vida es todo o nada y si apuesta lo hará
con toda su fuerza porque gane o pierda siempre será mejor que un “qué hubiese
pasado si”. Sabía que su vida estaba lejos de ser un cuento de hadas que ningún
príncipe vendría a rescatarla, pero aun así quería saber que sentía eso de lo
que todos hablan, quería por primera vez que recompusieran los trozos de su
alma, que los unieran con un abrazo y sentir ese escalofrió que la hiciera
saltar al vacío a pesar del miedo.
Mucho tiempo paso y muchos fueron los que
estuvieron allí pero aun así ella necesitaba algo más por mas abrazos las
noches seguían siendo vacías, conversaciones que prometían ser eternas se volvieron
temporales, los siempre que tanto le prometían se resumían en solo unos pocos días,
estaba cansada de esperar, ya creyó demasiado para recibir tan poco, quizás el
amor no era para ella, fue la idea que se le metió tantas veces en la cabeza, pero por arte de magia todo
cambio se dio cuenta que no necesitaba encontrar un amor, necesitaba amarse sin
condición, arreglarse para ella y sentirse bien con sus defectos y manías, ser
el todo en la nada y correr llenando de su propia luz todos los rincones donde
otros solo dejaron oscuridad.